domingo, 1 de junio de 2014

Crítica al profesor de Filosofía

Crítica al profesor de Filosofía


Durante mucho tiempo, me estuvieron atormentando con la idea de que en primero de bachillerato tendría que dar Filosofía. Todo el mundo me decía que era una asignatura extremadamente compleja, ya que te veías obligado a aprender multitud de nombres, pensamientos, razonamientos y delirios. Ademán de tener que soportar incontables horas soporíferas que te dejaban lo menos, aletargado y confundido.

            Yo tuve el año pasado, para bien o para mal, un profesor de ética cuyas clases podrían ser resumidas en forma muy breve, todo un dispendio de palabras, que para mi gusto, la mitad eran innecesarias. Se pasaba horas y horas explicando, nadie podía intervenir en la clase. Gracias a dios, tuvimos la suerte de no tener que soportar aquel infierno a primera hora, de lo contrario, mucho me temo que la gran mayoría de nosotros habría sucumbido al sueño.

            Pero vallamos al meollo de la cuestión ¿Por qué dije “para bien o para mal” al principio del párrafo anterior? Pues resulta que, había decidido cambiar de instituto, y elegí para cursar primero de bachillerato el IES el Espinillo. Por lo que me libré de otro año más de innecesario sufrimiento con aquel profesor, quién había dejado el listón bastante bajo para el que sería mi nuevo profesor.

            Así que allí estaba yo un día, hablando con algunos de mis nuevos compañeros, preguntando sobre los profesores que nos habían tocado. Y fue en esto, que me dio por preguntar sobre el profesor de Filosofía. A lo que uno respondió con gran énfasis e ilusión: “¡Nos ha tocado a Enrique!”. Yo me quede más que perplejo, por dos motivos. El primero de ellos, porque yo estaba acostumbrado a oír quejas constantes del profesor de ética y de filosofía de mi antiguo instituto, y me pareció más que chocante que un alumno se alegrase de tener a un determinado profesor. Y segundo, porque recordé entonces que el profesor de mi antiguo instituto también se llamaba así, y me vino a la cabeza la idea de que, podría haberse dado el fatídico caso de que mi antiguo profesor se hubiera cambiado de instituto y hubiera ido a parar al mismo que yo. Idea que hizo que un escalofrío me recorriera la columna vertebral y me hiciera sudar.

            Sin embargo, aún recuerdo el primer día que mi nuevo profesor de Filosofía me dio clase. Y aún me acuerdo, la tremenda impresión que me causó el ver entrar a un profesor con traje y tan alto. Y aun más que nada más empezar la clase lo primero que hiciera fuese dibujar el cuadrado de la muerte y recitar su querido, digamos, lema. Con estas simples cosas, logró captar completamente mi atención. Ah, y también me alegre al darme cuenta de que no era el mismo profesor que el año pasado.

            Durante todos estos meses, Enrique P. Mesa, mi profesor de Filosofía, ha demostrado ser sin lugar a dudas uno de los mejores profesores que he tenido, por no decir el mejor. ¿Y a qué se debe esto? Pues se debe a la gran habilidad que tiene a la hora de dar clase en el sentido de, hacerla amena, entretenida, y a la vez ser capaz de hacer que aprendas. ¿Y cómo lo hace? Bueno, pues para empezar, pone a disposición del alumno una página web donde puedes encontrar, desde la teoría que se va a dar, pasando por comentarios de texto para practicar para los exámenes, así como notas de corte y un largo etcétera de ventajas.

            Pero, centrémonos en la clase en sí. Una vez imprimidos los apuntes, y estando dibujado el cuadrado de la muerte, así como recitado su pegadizo lema. El profesor empieza repasando lo que en anteriores clases se ha visto, punto por punto, de tal forma, que así el alumno refresca lo aprendido y se puede reanudar el tema sin ningún tipo de duda, y si la hubiese, el profesor la responde sin poner ningún tipo de pega.
            Después de haber repasado lo explicado anteriormente, comienza la clase en sí misma, y empieza leyendo lo que está escrito en los apuntes, y después pasa a explicarlo, siempre con ejemplos que nosotros podemos entender sin problema alguno. Y si aún así, no lo entiendes, el profesor siempre pregunta antes de continuar si alguien tiene alguna duda, y ahí puedes aprovechar para preguntar. Esto es algo, que muy pocos profesores hacen, y sin dudas, es realmente útil.

            Por otra parte, el profesor, nos incita a reflexionar mediante la creación de un blog. Nuestro profesor nos da una serie de temas sobre los que tendremos que pararnos a pensar, y sacar deducciones mediante la reflexión que después plasmamos en nuestros blogs. Esto me ha parecido una idea genial, ya que, a la vez que incita al alumno a reflexionar, hace que el alumno empiece a desarrollar ideas propias y a saber defenderlas redactando. Y finalmente, obtiene unas decimas extras que siempre son de gran ayuda.

            Hasta ahora, no he hecho otra cosa que decir cosas buenas sobre mi profesor, y os preguntareis, ¿tan perfecto es? La verdad, es que prácticamente no tengo nada sobre lo que quejarme, salvo en un sentido. A veces, el avance en el temario se hacía extremadamente lento e incluso monótono. Ya que el profesor estaba continuamente explicando lo mismo una y otra vez a gente que no había entendido cosas, pero por otra parte, aunque pueda resultar a veces aburrido, la finalidad de esto, es que el alumno entienda lo que se está dando en clase, por lo que en realidad no podría decir si esto es una pega o no.


            Finalmente, me gustaría decir, que me encantaría que el año que viene me volviera a dar clase mi actual profesor. Ya que con él, he aprendido multitud de cosas, y ha despertado en mí algo que ningún otro profesor había hecho antes, ha logrado que realmente me interese por la asignatura. Y no solo por lo que se dé en clase, si no por la Filosofía en sí misma. Por esto, y por todo lo citado anteriormente, le doy las gracias y le felicito por ser tan buen profesor (aunque no sé si realmente es tan bueno profesor, o es tan solo que el listón estaba demasiado bajo), y anhelo tener la suerte de volver a tenerle el año que viene como profesor.